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Pasado algunos años,frente a su celda, la Sra. Angélica Portilla había de remembrar aquella remota mañana en que su amiga la llevo llevo a conocer el circuito de playas. San Isidro era entonces una hacienda con casas de quinzha y arcilla fabricadas alrededor de un riachuelo de aguas dulces que se encauzaba en dirección de rocas amorfas,grisáceas y pequeñas. El universo era tan joven, que pocos objetos eran llamados por su nombre, con los otros era necesario acercarse un poco para señalarlos con el índice.
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